La Diputación Provincial de Almería ha abierto sus puertas a la exposición ‘Gómez Abad, vivir la pintura’. La muestra, que ha abierto hoy sus puertas hasta el próximo 27 de febrero, cuenta con más de 50 cuadros pertenecientes a colecciones de los hijos del pintor, José María Gómez Góngora y Jacinto Gómez Góngora, así como a otros coleccionistas almerienses

El Patio de Luces muestra hasta el próximo 27 de febrero, una selección de más de 50 cuadros que pertenecen a las colecciones de los hijos del pintor y de otros coleccionistas almerienses

El diputado de Cultura, Antonio Jesús Rodríguez, ha acompañado a los comisarios de la exposición, Ramón Crespo y Gádor Sánchez, durante la inauguración de la exposición que recoge una selección de las obras que hizo el pintor durante más de cuatro décadas.

José Gómez Abad (Pechina 1904- Almería 1993) fue durante la segunda mitad del siglo XX uno de los pintores almerienses más apreciados y reconocidos por el público y sin embargo, entre las generaciones más jóvenes, es un gran desconocido. Para recordar su obra y su trayectoria artística se inaugura este martes, 6 de febrero, en el Patio de Luces de la Diputación, la exposición “Gómez Abad, vivir la pintura”. En el mismo acto se presentará la edición de un volumen dedicado al pintor que ha sido publicado por el Instituto de Estudios Almerienses.

Gómez Abad empezó dibujando del natural los paisajes de Almería, sobre todo la playa del Zapillo, el barrio de San Cristóbal y los pequeños cortijos de la Vega y de Pechina. Pero pronto se inclina por el bodegón, en unos años en los que vivir de la pintura era extremadamente difícil en una ciudad como Almería. Fue un artista autodidacta, sólo estudió, a la edad de doce años, un curso en la Academia de Bellas Artes, de Joaquín Martínez Acosta, pero su empeño en ser pintor, su constancia y dedicación, le permiten alcanzar un excelente domino de la técnica.

En la Barcelona de los años 40 su pintura tiene gran aceptación, en un momento en que el mercado del arte está en auge, gracias al enriquecimiento de la pequeña burguesía tras la guerra civil. El Régimen, entonces, no veía con agrado la pintura moderna, heredera del cubismo y las vanguardias artísticas, y sí, en cambio, el realismo, y dentro de esa corriente la pintura que tenía mayor aceptación era el bodegón y los paisajes.

Aunque a Gómez Abad se le denominó, interesadamente por parte de pintores y críticos almerienses, “el pintor de las uvas”, su trayectoria artística es mucho más compleja y variada. Él reconoció su admiración por Velázquez, el Greco o Zurbarán, y por la pintura realista. Un acto, sin duda, de valentía porque en aquella Almería predominaba lo indaliano y toda pintura que no lo fuera corría el riesgo de quedar relegada. Sin embargo, el público y los coleccionistas almerienses apreciaron su obra por la elección de los temas y la calidad y honestidad de su pintura.

De 1945 a 1954 Gómez Abad expondrá todos los años en Barcelona, en Galerías Augusta. Una ciudad donde completa su formación, pues tiene la oportunidad de conocer la mejor pintura catalana que se expone en las galerías más importantes de Barcelona, además de relacionarse con otros artistas y coleccionistas.

En Almería participa en los inicios de la aventura indaliana. Está presente en las exposiciones preparatorias del grupo y viaja a Madrid junto a los indalianos, en 1947, para exponer en el Museo de Arte Moderno. Son años en los que mantiene con Perceval una relación cordial que posteriormente se irá enfriando. Los postulados estéticos indalianos eran muy diferentes a los de Gómez Abad por lo que nuestro pintor se alejará definitivamente del grupo.

Gómez Abad es realista en sus bodegones, pero en sus cuadros de flores y en los paisajes se acerca, tímidamente, a una pintura más moderna. Con una pincelada suelta, y usando el color sin sentirse limitado por las líneas y las formas, el artista consigue expresarse de una manera más libre y espontánea. Sin embargo, su mayor creatividad la desarrolla en las tintas grasas, un procedimiento que descubre haciendo aguafuertes y que utiliza para pintar paisajes que sorprenden por su concepción y ejecución romántica, muy diferentes al resto de su obra.

En los años 50, Gómez Abad sigue exponiendo en Barcelona. Su pintura de bodegón, que entronca con el realismo de la pintura española, alcanza en esos años una gran calidad artística con el reconocimiento de crítica y público. También expondrá en Bilbao, ciudad a la que regresa en varias ocasiones.

Pero Gómez Abad se reivindicó también como un pintor de paisajes. Le gustaba dibujar al natural las cosas del campo, y visita, en esos años, la cortijada de El Rodón, situada en Campohermoso (Níjar), donde pinta los establos, las casas, el pajar, y el paisaje de su entorno, temática poco frecuente en la pintura almeriense.

En la década de los 60 expone en el Casino Cultural, coincidiendo con la feria de Almería. Las exposiciones en la ciudad se suceden y la demanda local de su producción hace innecesario que el artista tenga que exponer fuera de Almería. Desde 1970 inicia una larga y fructífera relación con la Galería Harvy donde expondrá anualmente hasta 1984. La pintura de Gómez Abad seguirá teniendo, en estos años, una gran aceptación entre el público y los coleccionistas almerienses.